Proverbio del Día – LOS LEÑADORES
Proverbios 12:11 “El que trabaja la tierra siempre tiene comida de sobra, pero el que sueña despierto es un gran tonto.”
Érase una vez que se era, un leñador, Álvaro, que se ganaba la vida cortando árboles en el bosque. Un día, conoció a otro leñador, Bartolomé, y acordaron ir juntos al trabajo al día siguiente. Ambos empezaron la jornada a la misma hora y talaron árboles durante 8 horas en el bosque. Los dos leñadores eran jóvenes y fuertes, de corpulencia y destreza similar, así que cada uno cortó 22 árboles; al atardecer regresaron a la aldea algo cansados, pero de buen humor porque la faena se les había dado muy bien…
El segundo día, Álvaro llegó media hora más tarde que Bartolomé, así que solo trabajó 7 horas y media, mientras que Bartolomé hizo sus 8 horas. De esta forma, mientras Bartolomé solo taló 20 árboles, Álvaro mantuvo su cuota de 22. Volvieron juntos a la aldea, pero Bartolomé no se atrevió a preguntar nada por el extraño retraso de Álvaro.
Así, siguieron unos cuantos días, Álvaro empezaba media hora más tarde y mantenía su cuota de 22 árboles, mientras que Bartolomé cumplía con sus 8 horas diarias y cada vez talaba menos árboles.
Al final de la semana, Bartolomé solo taló 14 árboles mientras que Álvaro se mantenía con 22. Después de esa última jornada, de vuelta a casa, Bartolomé, picado por la curiosidad, preguntó a Álvaro dónde estaba el secreto de que mantuviera su cuota de talas, mientras que las suyas eran cada vez menos.
—Muy fácil, Bartolomé —dijo Álvaro—. Cada día por la mañana dedico media hora a afilar mi hacha, justo lo que me retraso cada día en llegar al bosque; de esta manera mantengo el hacha en las condiciones óptimas de trabajo. ¿Lo entiendes ahora, querido amigo?
—Sí, Álvaro, gracias. A partir de ahora también afilaré mi hacha. ¡No lo dudes! —afirmó Bartolomé.
Mi gente, la moraleja de esta historia es que eres más productivo cuando tienes tus herramientas siempre listas y preparadas. Porque, de otra forma, tu rendimiento no hará más que caer conforme pase el tiempo.
Si fueras un leñador, está claro que tu herramienta principal es tu hacha, y te preocuparías de que estuviera afilada, ¿verdad? Podrías pensar también en unos guantes de protección y en comer alimentos que te proporcionen la energía que vas a necesitar cada día.
Si fueras un camionero, la herramienta sería tu camión, y te preocuparías de que los niveles de aceite, de presión de los neumáticos, del refrigerante fueran correctos, de que el asiento del conductor fuera cómodo, y de las revisiones mecánicas. Te preocuparías porque no quieres que el camión se detenga en mitad de la carretera por un problema mecánico y ponga en peligro una entrega, que haría peligrar el cobro de tu servicio.
Quizá no seas ni leñador ni camionero, entonces tus herramientas son otras, ¿verdad? Descubre cuáles son esas herramientas y téngalas preparadas, sin olvidas que el operador de las herramientas, o sea tú, también estén en óptimas condiciones.
Recordemos la historia de los leñadores y nuestro proverbio de hoy: “El que trabaja la tierra siempre tiene comida de sobra, pero el que sueña despierto es un gran tonto.”
-Fábula tomada de internet
Proverbio del Día – EL RICO MERCADER Y SU “AMIGO”
Proverbios 12:22 “Dios aborrece a los mentirosos, pero le agradan
los que viven en la verdad.”
Érase una vez en el lejano Medio Oriente, un rico mercader que gustaba de usar joyas y ropas de las telas más finas, y es que por motivos de trabajo tenía que viajar muy lejos de su hogar. Por eso, necesitaba a alguien que le ayudara a cuidar su enorme cofre lleno de grandes monedas de oro. Entonces, el mercader pensó que la persona indicada para aquella importante misión era su mejor amigo, y tras dejarle su gran tesoro, inicio al fin el largo viaje.
Así, el tiempo pasó con rapidez y el mercader volvió a su hogar, y sintiéndose muy alegre por la vuelta fue a visitar a su amigo para recoger su gran cofre lleno de oro, sin saber que al llegar se encontraría una desagradable sorpresa, pues el cofre que había dejado al cuidado de la persona que más confiaba en el mundo…se encontraba completamente vacío.
Amigo, ¿dónde está todo el oro? ¡Este cofre está completamente vacío! −Exclamó el comerciante muy angustiado.
Su amigo respondió: Yo guardé el cofre tal como me lo pediste, lejos de la mirada curiosa de cualquiera que quisiera llevárselo. Pero lo que ha sucedido se ha escapado de mis manos. ¡Las ratas abrieron un hueco en el cofre y se comieron el oro!
El mercader, que no se creyó ni por un momento
la explicación de su amigo, fingió sentirse muy afligido y, tapándose la cara,
comenzó a llorar sin parar: Toda mi vida trabajando duramente para nada… −se
lamentaba el comerciante− estoy completamente arruinado. Pero sé que no es tu
culpa, viejo amigo, puedes estar tranquilo.
Mientras tanto, el amigo se mantenía en silencio, sintiéndose totalmente mortificado mientras veía a su amigo llorar y lamentarse sin parar por la terrible situación.
Bueno, voy a salir adelante. No dejaré que esto me desanime −aseguró el mercader con una mirada de recelo−, me hiciste un gran favor de igual forma. Ven a mi casa mañana a la hora del almuerzo para agradecerte que cuidaras de mi cofre.
Su amigo aceptó de inmediato sintiéndose más aliviado y tras ello se despidieron. Sin embargo, el mercader no volvió a casa, sino que se quedó escondido en un arbusto cercano hasta que, su hasta entonces amigo, estuvo bien lejos. Después, aprovechó para entrar en el establo y robar su caballo.
Al día siguiente, el amigo malhechor llegó a casa del mercader muy disgustado: Han robado mi caballo y era un caballo muy fino y caro, de un valor incalculable.
El mercader haciéndose el sorprendido preguntó. ¿Crees que se lo haya llevado un búho?
Su amigo respondió: ¿Cómo es posible que un animal tan pequeño pueda levantar a un caballo? ¡Es absurdo! –Respondió el amigo del mercader muy indignado.
Hombre, si los ratones pueden comer oro… ¿por qué te parece extraño que un búho se lleve un caballo?
Ante esta lógica, el amigo se sintió realmente avergonzado al darse cuenta de que su artimaña había quedado completamente al descubierto, y al poco confesó todo y se comprometió a devolver cada moneda de oro del mercader. Por su parte, el comerciante (que tenía un gran corazón) perdonó a su amigo sin dudarlo y le devolvió el caballo.
Mi gente, a pesar de que el ladrón del oro había tenido mucha suerte de tener tan buen amigo, aprendió que nunca hay que hacer a los demás lo que no queramos que nos hagan, pues corremos el riesgo de probar una cucharada de nuestra propia medicina.
Antes de hacerle daño a alguien más, recordemos nuestro proverbio de hoy: “Dios aborrece a los mentirosos, pero le agradan los que viven en la verdad.”
-Fábula tomada de internet
Proverbio del Día: "EL NO TAN VALIENTE OSO"
Proverbios 27:2: “No presumas de ti mismo; deja que te alaben los
demás.”
Érase una vez un oso que vivía entre la espesura del bosque. Habitualmente, este oso demostraba una gran valentía en cada uno de sus actos, y dicha valentía sumada a su fuerte y gigantesco cuerpo, hacía que ningún otro animal se atreviera a enfrentarle. Se dice que medía de pie casi tres metros de largo y que su fuerza podía aplastar incluso a los hombres.
Día y noche se la pasaba presumiendo “Soy el oso más valiente y fuerte del mundo”. ¿Acaso existirá alguien capaz de hacerme frente en algún lugar?
Todos los animales del bosque, por miedo, aplaudían todo lo que decía el oso. Sin embargo, a sus espaldas todos discutían en la búsqueda de un remedio que atemorizara al animal, por raro que fuese, estaban convencidos de que algo tenía que ser capaz de acobardarlo.
Ellos se preguntaban: ¿Qué podría asustar al animal más valiente del mundo? Entre todos eran incapaces de dar con una solución, hasta que un día estalló una gran tormenta. Los relámpagos eran inmensos y venían acompañados de truenos que hacían temblar la superficie de la tierra. Y cuál fue la sorpresa de los animalillos del bosque al observar que el oso temido y valiente salía despavorido de su cueva, aterrorizado con el estruendo de aquella tormenta, pidiendo auxilio con fuertes y lastimosos rugidos.
Aquel día todos los animales del bosque, y sobre todo el ahora no tan valiente oso, aprendieron una gran lección: puedes ser el más grande, el más valiente, el más hermoso, el más elegante… eso no da derechos a ser presumido ni humillar a los demás. En algún momento las debilidades que tienes saldrán a la luz y quedarás expuesto ante toda esa gente que has humillado.
Mi gente, es importante tener buena autoestima, reconocer las cosas buenas que hacemos, sentirnos valiosos ante los demás, eso es importante y necesario, pero sobrepasar ese nivel y querer hacer sentir a los demás insignificantes o de menos valor, querer humillar y mal poner a otros para sentirnos más importante es un grave error.
Recordemos que lo que sembramos cosechamos, hoy siembras humillaciones, eso vas a recibir en algún momento de la vida, y no desearás que sea cuando estés más arriba, porque todos se van a enterar y la vergüenza será mayor.
La Biblia también dice: “Cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.”
Es mejor seguir la recomendación del proverbio de hoy: “No presumas de ti mismo; deja que te alaben los demás.”
-Fábula tomada de internet